Saltar al contenido

REMAR

REMAR es un Movimiento de Pastoral Juvenil Vocacional Marista que acompaña la vida de los jóvenes, presta atención a su realidad, valora la percepción particular que poseen de ella, y se compromete con sus inquietudes, intereses y expectativas, para “anunciar a Jesucristo y hacerlo amar” a través de su propio modelo pastoral, asumiendo una espiritualidad mariana, encarnada, comunitaria y evangelizadora que se concretiza en la inserción efectiva y comprometida de sus integrantes en la Iglesia y en la sociedad.

Objetivos del movimiento

Proceso de maduración desde la realidad

1. Estar cercanos y presentes en la vida del joven e insertos en su realidad, comprendiéndolo y aceptándolo tal y como es, sin juzgarlo, conociendo el momento histórico y la situación real que le circunda y afecta, para entender cómo piensa y articula su realidad y cómo es interpelado por ella, identificando así sus intereses, inquietudes expectativas y necesidades.

2. Ofrecer al joven la oportunidad apropiarse y dar un nuevo significado a la realidad y a la vivencia de la fe, para lograr que fe y vida se integren de manera existencial.

3. Ayudar al joven a asumir los valores que le permitan construir su propia identidad y alcanzar sus sueños y aspiraciones, el proyecto de Dios para su vida, para que desde esta novedad se convierta en sujeto activo en la transformación de la realidad personal, social y eclesial y responda creativamente al momento histórico que vive.

4. Identificar las percepciones y necesidades que tienen los jóvenes de sí mismos, para acompañar de manera atractiva y significativa su experiencia de maduración humana y cristiana.

5. Asegurar que el joven asuma su responsabilidad como artífice principal de su propio proceso de crecimiento y sujeto activo en la vitalidad del movimiento.

6. Reconocer y potenciar el grupo como lugar educativo privilegiado de maduración humana y cristiana del joven.

7. Acompañar a los jóvenes en su proceso de identificación y equilibrio personal para posibilitar la aceptación de sus capacidades así como de sus limitaciones en su manera de relacionarse con los demás, especialmente con sus amigos, familiares y con su entorno.

8. Acompañar al joven en la formación de la conciencia crítica para que se sitúe objetivamente frente al manejo político y los medios de comunicación social.

9. Encarnarnos creativamente en el mundo juvenil, para orientar al joven a que encuentre respuestas significativas a sus necesidades.

10. Garantizar un acompañamiento personal a los jóvenes, para que clarifiquen y definan su proyecto de vida, y tomen opciones que configuren su ser y su quehacer en la Iglesia y en la sociedad.

Perspectiva vocacional

11. Integrar la Pastoral Vocacional en el proceso del Movimiento para acompañar el proceso de discernimiento del joven en sus diferentes situaciones vitales: en lo personal, social y eclesial.

12. Proponer al joven modelos coherentes con su vivencia de fe, como María, Champagnat, laicos comprometidos, mártires latinoamericanos, etc., para brindar elementos que le ayuden a esclarecer su vocación de servicio en la Iglesia y en el mundo.

13. Ayudar al joven en el desarrollo de sus talentos y capacidades, para que pueda dar respuestas adecuadas a sus anhelos más profundos y a sus necesidades más apremiantes.

14. Acompañar en la búsqueda, discernimiento y opción libre por actitudes, valores e ideales para que el joven oriente y viva su vida como vocación de servicio en la Iglesia y la sociedad.

Experiencia espiritual

15. Proporcionar una vivencia de fe coherente con sus intereses y expectativas vitales, adecuada a sus anhelos y necesidades, para ayudar a los jóvenes a desarrollar su dimensión trascendente en conexión con su vida cotidiana y lograr así la unificación real entre fe y vida.

16. Provocar en los jóvenes una experiencia del amor gratuito de Dios en sus vidas y un encuentro personal con Jesús y su Evangelio para suscitar una espiritualidad cristiana del seguimiento que configure su identidad personal y comunitaria, centrada en la vivencia y el anuncio de los valores del Reino, del compromiso social y de la lucha por la justicia y enriquecida con la tradición eclesial, que dé sentido a su existencia, y le ayude a ir asumiendo su vocación, generando cambios en su vida y en su entorno.

17. Propiciar en los jóvenes el conocimiento de los elementos que configuran el carisma Marista en su dimensión apostólica, mariana y solidaria para ayudarles a asumirlos, vivenciarlos y a contribuir a su actualización a partir de su sensibilidad y expresiones particulares.

18. Propiciar en los jóvenes una experiencia vivencial de la fe para suscitar en ellos el sentido de comunidad y pertenencia eclesial y el compromiso evangelizador como fruto de su propia vivencia espiritual.

19. Acompañar al joven a descubrir, seguir y comprometerse con Jesucristo y su mensaje, para que integrando su fe y su vida se convierte en protagonista de la construcción de la Civilización del Amor.

20. Proporcionar a los jóvenes experiencias significativas de celebración y oración que le ayuden a dar sentido a su vida desde el Evangelio.

Apertura e inserción eclesial

21. Proporcionar las experiencias necesarias para educar al joven en el significado y el sentido de la vivencia y la celebración de los elementos de vida cristiana para favorecer la expresión viva de la fe por encima de las formas y los ritos convencionales desde nuevas dinámicas celebrativas, armonizado así la manifestación de los rasgos propios de su sensibilidad cultural con el legado espiritual de la tradición eclesial.

22. Propiciar experiencias de contacto con otras organizaciones, movimientos y grupos eclesiales para potenciar en los jóvenes y animadores del Movimiento la apertura y disponibilidad para involucrarse, dinamizar y compartir activamente la pastoral orgánica.

23. Proyectar al Movimiento a diferentes esferas eclesiales, de manera responsable y participativa, desplegando su compromiso evangelizador para impulsar proyectos de acción, formación y compromiso apostólico y solidario, dando testimonio efectivo de que el Reino de Dios se construye en comunidad.

Inserción y compromiso social

24. Analizar y discernir la realidad a la luz del Evangelio para descubrir las causas que condicionan a la pobreza y a la marginación, y desarrollado una conciencia crítica.

25. Forjar un estilo de vida de desprendimiento, austeridad, contacto y cercanía con los pobres y excluidos para dejarnos interpelar por los pobres como voz de Dios y desarrollar proyectos audaces y reales que propendan por la transformación de las condiciones de desigualdad e injusticia.

26. Promover experiencias de vida que pongan al joven en contacto con la justicia, la solidaridad y la evangelización para revitalizar y proyectar el compromiso apostólico del joven.

Fortalecimiento de relaciones

27. Incidir de manera efectiva en la transformación de los ámbitos en los que se inserta el Movimiento, particularmente en el entorno escolar, para lograr que el Movimiento sea valorado y asumido decididamente como proceso válido para la formación y la evangelización de los jóvenes.

28. Propiciar un ambiente de confianza en el que los jóvenes manifiesten con libertad y respeto lo que viven en sus familias, para atender convenientemente sus problemáticas familiares y poder acompañarlos en la solución de sus conflictos.

29. Fortalecer los lazos de relación, comunicación y amistad con las familias, para posicionar al Movimiento como instancia válida a los ojos de ésta garantizando su vinculación, confianza y apoyo en nuestra misión evangelizadora y de formación de sus hijos.

30. Posicionar al Movimiento como instancia válida a los ojos de la familia, para que los padres se sientan vinculados al mismo, confíen en nuestra misión y lo valoren como parte importante de la formación de sus hijos.

Travesías del movimiento REMAR

La primera etapa del movimiento se compone de tres travesías:

Descubrir y acoger la vida

• Objetivo

Generar espacios de encuentro en donde el adolescente pueda construir “un lugar” en el cual descubrirse como ser en relación consigo mismo, con los demás, con Dios y con su entorno y percibir la sed de vida que lleva en su interior hasta abrirse a la invocación.

 

• Valor fundamental de la etapa: la comunicación

Proponemos la comunicación como valor central de esta etapa: puente hacia el mundo exterior –conocimiento y apertura de lo que vive el otro, respeto de la diversidad y originalidad de cada uno, compromiso en la transformación del entorno cotidiano-, y también hacia su mundo interior –reconocimiento de su personalidad única y original, con una historia de luces y sombras.

Comunicarse es darse cuenta de la presencia de los demás, que los demás se percaten de la suya, y que cada uno se reconozca a sí mismo como sujeto de un universo de relaciones.

• Puntos de llegada

Al finalizar esta etapa el joven estará estableciendo relaciones más profundas dentro un espacio que reconoce como real y propio. Esta misma experiencia le habrá ayudado a irse encontrando consigo mismo y con su historia.

Poco a poco irá encontrando un nuevo sentido a lo que hace y descubriendo sus propias capacidades. De hecho, ya no será un extraño para sí mismo: reconoce su interioridad y hace esfuerzos por compartirla, incluyendo los conflictos por los que está pasando.

Al finalizar esta etapa los jóvenes han hecho un camino de reconocimiento de sus deseos más profundos y de sus preguntas más vitales y se abren a la búsqueda de respuestas.

Han experimentado a Jesús como amigo cercano y expresan y celebran este acontecimiento en grupo.

Al terminar esta etapa los jóvenes habrán descubierto nuevas posibilidades existentes en su interior y las compartirán, y buscarán elementos comunes desde donde se construya una identidad grupal. El dialogo deberá llevar a lo jóvenes a reconocer el valor del otro y de su opinión permitiendo así el enriquecimiento de todo el grupo, dándose las condiciones para sentirse a gusto entre los nuevos amigos.

Todo lo anterior le permitirá favorecer la comunicación grupal generando la pertenencia al grupo, la cohesión grupal y valoración de la personalidad de cada uno de los integrantes.

En el ámbito familiar el joven será capaz de reconocerse como miembro de una familia, como un rol particular con derechos y deberes dentro de la misma.

En el hogar, reconoce a los miembros de su familia y se siente parte de ella, con derechos y deberes.

Al terminar esta etapa el joven tendrá un lugar donde pueda compartir junto con otros jóvenes ilusiones, afectos e inquietudes, se habrá implicado en la transformación de las cosas sencillas que suceden a su alrededor, y habrá tomado conciencia del valor de la creación que goza y admira por su belleza.

El joven será capaz de abrir los ojos a su propia realidad y otras realidades que le permiten ampliar horizontes y conmoverse ante situaciones de dolor para crecer en responsabilidad.

En Jesús, la vida

• Objetivo

Generar lugares donde el adolescente pueda construir grupo conociéndose a sí mismo, a los demás, a Cristo -el que da respuesta a sus preguntas de sentido- y sensibilizarse ante el valor de la persona humana “sin pasar de largo” cuando la encuentra en dificultad.

• Valor fundamental de la etapa: la interiorización

En medio de una sociedad fuertemente marcada por el materialismo, el hedonismo, la superficialidad y la incapacidad para la contemplación, en la segunda etapa del movimiento, proponemos el valor de la interiorización. “La dimensión de la interioridad descubre al hombre sus posibilidades más profundas al mismo tiempo que sus limitaciones: le facilita el acceso al núcleo de la persona, allí donde el ser se abre a Dios. Así como el materialismo es caminar de espaldas al misterio, la interiorización es un movimiento de apertura a Dios. Educar en la interioridad es educar en la experiencia de “ser”, de la gratuidad del don de Dios. Es educar en la capacidad de contemplación, para saber leer en lo profundo de los acontecimientos, de las cosas, de las personas; para descubrir su “transparencia” o sacramentalidad”.

La tarea pedagógica del Movimiento en esta etapa es introducir a los adolescentes para que progresivamente se conviertan en hombres y mujeres “interiores” dejándose conducir por el Espíritu de Dios. Se trata de permitir que Dios habite en cada uno de nosotros. La invitación constante que debemos hacer y las herramientas que vamos a proporcionar tienen que ayudar a que el joven pueda centrar el corazón en la interioridad. “Donde esté tu tesoro allí está tu corazón” (Mt 6, 21). Esta es, pues, la tarea: recuperar el corazón para la interioridad.

• Puntos de llegada

El joven descubrirá los dones que Dios depositó en él, su valor personal, desde el reconocimiento de la propia singularidad e individualidad.

El joven llega a fiarse de Jesús, quien a través de en un diálogo abierto se hace amigo y compañero de camino.

Al terminar esta etapa el joven ha creado lazos de amistad en sus relaciones, lo que facilitará su participación y protagonismo al interno del grupo, el logro del consenso y la cohesión grupal.

En el ámbito familiar toma conciencia de sus sentimientos frente a sus miembros, asumiendo que no es perfecta.

El joven ha acrecentado su sentido de responsabilidad ante el mundo, comenzado a dar pequeños pasos en su proyección social. Se ha sensibilizado ante el valor de la persona humana y ante los conflictos y sufrimientos que padece nuestro mundo. Ha descubierto la propia cultura como parte integrante de su identidad, y su responsabilidad moral frente a la naturaleza – obra de Dios y espacio donde él habita-.

Con Jesús, de cara a la vida

• Objetivo

Generar lugares donde el adolescente pueda construir un proyecto abriéndose a sí mismo, a los demás, a Cristo y a su entorno para empeñarse en la construcción del Reino.

• Valor fundamental de la etapa: el compromiso

Con el valor de la tercera etapa, el compromiso, se ayuda al adolescente a descubrir los dones que el Señor puso en su corazón y se le invita a iniciarse en la entrega de los mismos a los demás.

Se acompaña al adolescente a salir de las antiguas vivencias propias de la niñez y a ayudarlo a comprometerse con la necesidad del otro.

El “vacío” que la persona produce al darse a los demás, lo colman miles de corazones agradecidos, de sonrisas reconocidas, de la presencia del “Amigo-Jesús-Necesitado”, con quien uno se topa a cada paso. En efecto, fue Jesús quien exclamó: “¡en verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de estos mis hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo”! (Mt.25,40)

• Puntos de llegada

El joven vive la propia aceptación, acoge e integra sus en su personalidad sus cualidades potenciándolas. Da sentido a lo cotidiano desde el Evangelio. También asume y se hace cargo activamente de sus conflictos.

El joven en la vida cotidiana se abre a la llamada a seguir a Jesús, se involucra alegremente en su proyecto, viviendo experiencias de misión compartida en el grupo.

Al finalizar la etapa, el joven vive con mayor profundidad su afectividad y sus relaciones de amistad. Pone al servicio del grupo su capacidad creativa logrando construir y vivir un proyecto grupal abierto al compromiso, que toma en cuenta las llamadas de Jesús.

También asume un rol protagónico dentro de su familia, sintiéndose más unido, cercano y comprometido con ella.

El proceso grupal ayudará al joven a cultivar una proyección social, en la que comparte tiempo y valores, viviendo en grupo un compromiso concreto de transformación de su entorno.

Valorará la riquezas existentes en la cultura heredada y se comprometerá en la lucha en favor del respeto de valores ecológicos y de convivencia democrática.

¿Quiénes pueden participar?

Alumnos de cuarto y quinto año de secundaria